Buques de Nieve

Saber que la mañana que vendrá es solo un pedazo de noche mal pintada, me emociona, llevándome hasta las lágrimas una palabra gruesa, pacíficamente. Pacíficamente, me entono el rostro sabiendo que sobre mi mesa la taza de café aun humea entre diez a quince centímetros mas arriba de lo que no humeo alguna vez. Y rico, es rico, sentirlo, saberlo, conocerlo.

Saber que sobre el parpado de mi derecha esta aun, corroboro, esta aun, la vieja manía de encerrar mi silencio y dibujar en la oscuridad una estrellitas de colores inciertos que brillan por montones y me cautivan. Dejándome en medio de un espacio propio. Cómodo bajo mis hombros me dejo llevar por el resplandor y presiento en la punta de mi lengua el nacimiento de un puente hecho a base de bloques color limón. Mientras el café, me persigue a lo lejos, desde la mesa, humeando entre diez a quince centímetros de mi rica equivocación.

Entender, dos puntos, el color suspiro como una extensión de  nuestro propio cuerpo, me a costado muchos en mi vida. Tantos, que querer cruzar por el umbral de una puerta de comedor es toda una faena digna de algún juglar renacentista. Tener siempre las rodillas firmes y atentas al peso de mis suspiros es ya algo que mi alma lo combina raramente con la sorpresa, si no por el contrario se mantiene siempre alerta a los cambios del viento sobre mis cejas y predice ( con mayor o menor acierto ) la venidera llegada de un nuevo apéndice aéreo. De esa manera es podido tener un conjunto actitudes en mi, que ya me permiten tener una vida normal a pesar de tales hercúleos forúnculos propios . Es que, entender a las tonalidades que llegan entre mis labios y como proceder me antecede sobre cualquier actividad natural de mi ser. Poder ir a algún bar y tomar una cerveza tranquilamente es algo ya casi fantasioso en mi situación. El miedo de que alguno de los suspiros se me aleje demasiado, o me juegue una broma, perdiéndose en algún espacio abierto en el escote de alguna dama, es casi un tatuaje sobre mis manos. O que se pierda, como suelen perderse, por debajo de la mesa a relamer las pobre migajas de palabras que riegan las personas, intoxicándose , en consecuencia, de ilusorias sensaciones de experiencias ya vividas, todas  ajenas. Que a fin de cuentas, no hacen mas que enredar a mis palabras , influenciándolas, para que digan lo que no pienso, ocasionando en muchos casos tener que señar una disculpa, por decir cosas que sin querer, digo. 

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