La oracion
Doy gracias al azar, al pan que día
Tras día me otorgan los libros, al ser
Y la nada, al trajín diario de hacer
Y deshacer, a la mitología
Helénica que me ha dado el don de pacer
De Homero su verde caligrafía.
Doy gracias al amor, cosmogonía
Que urdió una tarde ya olvidada su ser
A las enmarañadas estaciones
Del tiempo; al color de la semana
Que tira de mis riendas y que emana
Interminable de Lunes a Lunes.
A la música, entre todas las cosas
Que en el alma conserva inextinguibles
La memoria; las letras inasibles
De la rosa que da nombre a las rosas;
A las vastas raíces de luz llamadas
Padre y madre, amigo y hermano mío
Que sostienen, como el cielo de estío
Sostiene las orillas azuladas
De la aurora, el árbol de la vida.
Doy gracias al mar que regala su ola
Y que es todas las olas, a la mar sola
Que es todos los mares, y sal, y herida,
Al mar que fué y que será y que parece
Lo que es: interminable azul revuelto
Por la espuma, y sol, y amianto, resuelto
Ser que, eternamente al nacer, perece.
Le agradezco a Borges sus laberintos
Y sus espejos; a Pablo Neruda
La infinita miel; a Descartes la duda,
A Pascal sus agudos pensamientos;
A Calderón el sueño de la vida
En el teatro en que somos Segismundo;
A Cervantes y a ese juego del mundo
Que en los anaqueles de la bruñida
Historia literaria deja entrever
Sus fantasmas; la cólera de Aquiles;
La Antígona y Edipo de Sófocles;
Al dadá, al surrealismo y al cadáver
Exquisito; a los frutos malignos
De Baudelaire; al misterioso violín
Que rasga la lluvia; al oro del Rhin;
A la alegría mudable de signos
Inciertos; a la oscura anatomía
Del Nombre oculto en la cábala; a aquel
Que descendió al Hades –Orfeo- o aquel
Enamorado que, en alegoría,
Encriptó el mensaje de la salvación
En el oscuro umbral de la Edad Media.
Le doy gracias al sueño que intermedia
Entre el hombre y lo infinito, a la acción
Y a la inacción, que son la misma cosa;
Al orbe que es uno y todos los orbes;
Al mediodía quemante y sus leones;
A la luna que rueda silenciosa
Y que es espejo de aquella otra luna
Que oficiaba de numen en la Antigua
Grecia; a Tales que creyó en el agua
Ver el origen y a Heráclito que una
Cabal metáfora del tiempo extrajo
De un río que es otro río inconstante
En un perpetuo devenir constante.
Agradecido estoy de este trabajo
Arduo, en fin, de congregar los símbolos
Que el Arte ofrece a ese ser que es el hombre,
Medida de todas las cosas, lumbre
Total, efigie de todos los sellos.
autor: E. Malloni
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